El agua, como el tiempo, no posee
ánima hasta que es en silencio amada.
Las hojas que el otoño posará
entre nuestras dos manos cubrirán
las raíces de lo que hubiera sido
nuestra vida en un cielo por completo
distinto al que queríamos morar:
sin palabras, totalmente aislados
de las enfermedades del lenguaje.
La vida, sustentada por los signos
que pueblan la memoria de la carne
que aguarda su condena.
El otoño se lo llevan las hojas
que se llevarán las aguas del río
que se mueve por siempre en su cuerpo
interminable.
El cuerpo y el tiempo
aún te aman en silencio.
Un texto que te hace reflexionar. Pese a no seguir las pautas ni la metrica, tiene algo de haiku.
Muchas gracias, un saludo.