Mes: mayo 2011

Otro jueves al azar

Cuando la desesperación
agote todas las trabas
con las que has ido entorpeciendo
su camino hacia tu corazón
y la diferencia entre estar vivo
o muerto
sea una cuestión de pareceres biológicos,

prepara una carta educada y amable,
cópiala unas cuantas veces
y envíala a todas aquellas personas
a las que en un momento u otro de tu vida
heriste a propósito,
incluyendo antiguos camaradas,
sobrinos olvidados y hermanos que habiten en el rencor,
sin olvidar, por supuesto,
a antiguas amantes, novias o esposas.

Escríbeles lo mucho que sientes que el amor
que un día sentiste por ellos
se haya ido diluyendo como un terrón de azúcar bajo la lluvia,
(o algo parecido)

Si la afrenta que os separó
era insalvable, jamás te responderán
y eso te hará sentir más miserable aún,
pero recuerda que siempre habrá algún incauto o ingenuo
que te contestará enternecido por la bondad de tus palabras
y te invitará a recomenzar, con paso más firme, aquella relación:
incauto, porque, como un sarraceno, esperarás a esa carta y al posterior reencuentro para afilar los puñales del resentimiento y recordarle
lo infames que fueron contigo,
lo detestable que fue tu existencia junto a ellos
y la gran misericordia y piedad que has mostrado concediéndoles el perdón,

seguramente le den la vuelta al puñal
y acabes desguazado, desde el vientre al gaznate, con un odio mayor,
lágrimas y amenazas de muerte,
quizá te sirva,
el odio,
digo,
para ahuyentar la desesperación,
al menos durante un tiempo,
mientras tratas de convencerte
de que la biología lleva razón,
de que vives,
de que a pesar de todo,
late un corazón,
podrido,

pero late.

Tengo fe

SONIA.- ¡Qué se le va a hacer!… ¡Hay que vivir!
(Pausa.) ¡Viviremos, tío Vania!… ¡Pasaremos por una
hilera de largos, largos días…, de largos anocheceres…,
soportando pacientemente las pruebas que el
destino nos envíe!… ¡Trabajaremos para los demás
-lo mismo ahora que en la vejez- sin saber de descanso!…
¡Cuando llegue nuestra hora, moriremos
sumisos y allí, al otro lado de la tumba, diremos que
hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura!…
¡Dios se apiadará de nosotros y
entonces, tío…, querido tío…, conoceremos una vida
maravillosa…, clara…, fina!… ¡La alegría vendrá a nosotros y,
con una sonrisa, volviendo con emoción la
vista a nuestras desdichas presentes… descansaremos!…
¡Tengo fe, tío!… ¡Creo apasionadamente!
¡Ardientemente!… (Con voz cansada, arrodillándose ante
él y apoyando la cabeza en sus manos.) ¡Descansaremos!
(Teleguin rasguea bajito, en la guitarra.) ¡Descansaremos!…
¡Oiremos a los ángeles, contemplaremos un cielo cuajado de diamantes y veremos
cómo, bajo él, toda la maldad terrestre, todos nuestros sufrimientos,
se ahogan en una misericordia
que llenará el Universo!… ¡Y nuestra vida será quieta, tierna, dulce como una caricia!… ¡Tengo fe!…
¡Tengo fe! … (Secándole las lágrimas.)

Tío Vania, Chejov.

Ideología

Zizek

A una mosca ahogada en un vaso de leche.

Era un paraíso de puertas adentro,
valles de migas y un río de salsa
de tomate reseco, hubiera sido
el Edén de cualquier otro drosófilo;
pilas de platos con restos de grasa
y carne en proporciones
que harían sonrojar
al Ejército de Salvación,
crecía moho en el uvecé
y bolas de cabello te sonreían desde la ducha.

Mas tú renunciaste a las concupisciencias
más inmediatas y cargaste
tu zumbido, como anunciando la nueva fe,
de puerta en puerta
y de ventana en ventana.

Por desdén de los placeres más vulgares
ganaste mi respeto
y no te machaqué con el zapato
esta mañana:
las prisas y una vaga
certeza del matonismo genético de animal vertebrado
te concedió la gracia y ocho horas
de libertinaje para tus vuelos monótonos
y tus digestiones opíparas.

Pero elegiste la muerte más blanca:
un horror dulce y desnatado:
Nada más volver al piso,
te encuentro agonizante y flotante
en un vaso de leche a medio acabar,
¿tenías un hambre distinta o te pudo la glotonería?

Detestaras la carroña con la que se frotaban las patas
tus hermanas de parque y deposición canina,
u odiaras la infame servidumbre de las abejas,
lo que el elegiste
fue el ahogamiento
en el líquido más blanco
más ciego
y menos nutritivo.

Y eso me dio qué pensar.
Mientras arrojaba tu cuerpo azabache,
en el que aún se podía sentir algún temblor último,
al cubo de la basura
me dije que puede que el ignorante fuera yo
y que no entraras en casa
por el alimento que yo pudiera darte

sino que no sabías qué era el hambre
hasta que lo encontraste.

Apuntes a la muerte de una mosca en un vaso de leche

La tranquilidad