El otro día me enteré de que Sonia había muerto. Charlotte, que reconoció mi voz al otro lado del teléfono, me lo soltó como si deslizara una barra de hielo a través del auricular. Luego me dijo que si quería, podía enviarme a otra escort como Sonia, que había muchas chicas que habían comenzado esa misma semana y que ya me acostumbraría. Colgué. Me molestó que tratara de endilgarme a cualquier otra fulana, pero lo que realmente me dolió es que la utilizara en el comparativo, tan a la ligera. Otra escort “como Sonia” le hubiera servido a cualquier otro putero que frecuentara el apartamento que la agencia mantenía en King’s Cross, alguno de esos tipos de la City que llegan a la puerta con la bragueta bajada y doscientas o trescientas libras asomando por el bolsillo, pero a mí, que no conocía a otra escort que no fuera Sonia, me habría asustado ante la desnudez de una muchacha real, es decir, una con pechos reales y sin pene.
Steve Reyna, Travesti
Deja una respuesta