Volver al hogar
como vestirse de nuevo
con la piel mudada,
volver a Dublín
sin más equipaje
que la mala conciencia
volver a las ventanas
golpeadas por la lluvia invisible
a aquella misma piedra encontrada
en dos parques,
acurrucarse entre los vientos
mecerse en los callejones
entre serrín y humo,
dormir como
he dormido
en un lecho
que por sí solo sustenta
la ternura.
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Bello
Amor por Dublin (L)