De verso llano, directo y algún mesticismo; y de una elegía (Algo sobre la muerte del Mayor Sabines) con tintes más modernos (es el cáncer el que le atrapa) que en Miguel Hernández, Lorca o Jorge Manrique está lleno uno de los dos únicos libros editados de Jaime Sabines en España, Uno es el poeta, editado por Visor hace un par de años.
![](https://i0.wp.com/4.bp.blogspot.com/_KQh1KrP5vWY/R6mHFvPORxI/AAAAAAAAANQ/JVs58eF9lo0/s400/sabportunoeselpoeta.gif?w=620)
No debe confundir al lector o al crítico la tonalidad ligera, casi de celebración romántica de muchos poemas Jaime Sabines. Porque al igual que el Neruda de los poemas de amor, o Benedetti – antólogo frecuente del mexicano -, bajo la apariencia de poesía para enamorados se esconde una reflexión constante sobre la condición humana en todas sus virtudes y defectos: la metafísica, la política, la irónica.
Os dejo con la que yo creo es la parte más emotiva del poema dedicado a su padre, incluído también en la antología Las Ínsulas Extrañas. Este soneto en concreto y no otro porque cuando lo leía iba de camino al curro en el último asiento de un autobús, en un atasco en medio de la carretera de Vicálvaro a San Blas. Y ahí en medio, pensé en mi padre, pensé en el padre de Jaime Sabines y me dió, ¡cosas de la vida!, por echarme a llorar.
Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo
que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No eras distinto a mí, ni eras lo mismo.
Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.Eras, cuando caía, eras mi abismo,
cuando me levantaba, mi fortaleza.
Eras brisa y sudor y cataclismo,
y eras el pan caliente sobre la mesa.Amputado de ti, a medias hecho
hombre o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada el alma, abierto el pecho,Ofrezco a tu dolor un crucifijo:
te doy un palo, una piedra, un helecho,
mis hijos y mis días, y me aflijo.
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