La ironía dramática

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Uno de los recursos más básicos del drama es frecuentemente infrautilizado, si no ignorado, en ficción.

La ironía dramática se confunde con frecuencia con la ironía trágica, más propia del drama griego clásico. En la ironía trágica, el destino, los hados o los dioses condenan al protagonista a una desgracia contra la que nada puede hacer. En Edipo Rey, pero también en las obras de Shakespeare (por ejemplo, en Macbeth) la ironía trágica constituye un pilar que azuza el ritmo de la obra y proporciona al lector o al espectador un amarre para seguir la historia.

En la ironía dramática, es el lector o el espectador quien contribuye al drama, pues sabe más de los personajes y de los vericuetos del drama que los propios personajes.

La ironía dramática, en cambio, no se construye en la idiosincrasia de la obra: pues no intervienen dioses, hados, ni brujas que predestinan la muerte de un secundario. En la ironía dramática, es el lector o el espectador quien contribuye al drama, pues sabe más de los personajes y de los vericuetos del drama que los propios personajes.

Un ejemplo fácil de entender es el de títeres de cachiporra, muy comunes en España. En muchas de las representaciones hay un personaje llamado Don Cristóbal, que arrea con un garrote a las marionetas que se le enfrentan. Todos los espectadores saben que Don Cristóbal lleva un garrote y que tiene muy mal genio. La escena clásica es aquella en la que Don Cristóbal se asoma lentamente por un lado del pequeño escenario y se acerca a otra marioneta para asestarle un golpe. Los personajes que sufrirán el golpe son ignorantes a su destino, pero el espectador sí, que ve lo inevitable llegar.

La ironía dramática se diferencia del suspense, que le es próximo por los grados de conocimiento. En el suspense, el espectador no sabe mucho más que el personaje: comparten la incertidumbre. El espectador sabe quién es el asesino y que se ha escondido en la casa, pero no sabe dónde, así que cuando la víctima atraviesa el umbral de la casa, espectador y protagonista conviven en esa ignorancia. En la ironía dramática, el lector o espectador sabe de cosas que cambiarían el destino del personaje ignora. En el caso de Casa de Muñecas, el personaje de Torvald trata a Nora como a una mujer frívola, atolondrada, sin control sobre el dinero, pero el espectador sabe que Nora salvó la vida de Torvald a través de un préstamo ilegal. El espectador ver a Torvald pavonearse delante de vecinos y amigos y de la propia Nora, pero sabe del sufrimiento secreto de Nora por todo aquello que ha debido hacer para salvar la vida de su marido y la calma en el hogar. Al revelarnos la verdad de Nora, pero ocultarla en escena, el espectador se enfrenta a un problema moral, que tiene difícil solución: ¿salvaríamos a aquel que nos minusvalora?

Conseguimos así la tan ansiada participación del lector: que piense sobre los motivos de los personajes, que no sea guiado por la solución fácil o la manipulación emocional y que, en definitiva, sienta la obra como propia.

Raúl Quirós Molina
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