Categoría: escritura

  • Viejos títulos, ideas nuevas

    Tú pintas una mujer desnuda porque disfrutas mirándola. Si luego le pone un espejo en la mano y titulas el cuadro «Vanidad» (Merling) condenas moralmente a la mujer cuya desnudez has representado para tu propio placer. Pero la función real del espejo era muy otra. Estaba destinado a que la mujer accediera a tratarse a sí misma principalmente como un espectáculo.

    John Berger. Maneras de ver.

  • Próximas adquisiciones

    Tres poetas que me voy a regalar, tres poemas que hablan de hambre. Ideal para un artículo en Especulo.

    Anomalía (Concha García)

    No paseo. Ni ando. Voy a casa.
    Cayó del monedero el bono-bus
    y tengo cinco duros. Ni para
    cerveza me queda. Te amé
    escrupulosamente. Iba
    a charcuterías y te invitaba
    a cenar. Eso era una muestra
    evidente de mi ternura. No
    tengo nada. Nada.

    Desnatada (Belén Reyes)

    Estoy al borde de ser borde,
    me lo noto.
    El precipicio crece,
    estoy cansada.
    Estoy al borde de ser borde,
    estoy a punto
    de nieve
    mucha nieve. Estoy helada.

    Estoy al borde de ser borde
    y duele mucho.
    ¡Dios mío, hazme mediocre!
    Estoy cansada
    de apostarme la vida a cada instante,
    de ir desnuda y verter en todo, el alma.

    Déjame que me quede aquí
    en el medio,
    envuelta en celofán,
    bien razonada.

    Dame mesura, Dios,
    dame mesura,
    mesura chapucera y cotidiana.

    Hazme mediocre, Dios
    hazme mediocre.
    En vez de corazón
    una ensaimada.
    Y el alma en tetra-brik
    para que dure….

    Ten compasión
    y hazme desnatada.

    A dieta (Amalia Bautista)

    Me acosté sin cenar, y aquella noche
    soñé que te comía el corazón.
    Supongo que sería por el hambre.
    Mientras yo devoraba aquella fruta,
    que era dulce y amarga al mismo tiempo,
    tú me besabas con los labios fríos,
    más fríos y más pálidos que nunca.
    Supongo que sería por la muerte.

  • Cat Power para todos

    Ayer me quedé dormido en el coche. Me despertó el ruido de la tormenta contra el parabrisas, lluvia que no paró hasta llegar a casa. Y para celebrar tan emotivo acontecimiento (soy un romántico indefinible), escribí el tercer poema de las constructoras, a la regular estela del último éxito desta web.

    Ferrovial o La fábula del lechero

    Nunca te dirá no conduzcas hoy
    nunca te dirá tenemos que visitar a mi madre
    nunca te dirá el niño es tuyo
    nunca te dirá ella te ha vuelto a llamar
    nunca te dirá sin ti no soy nadie
    o por favor no te enfades
    no me golpees en la cara
    estás enfadado
    jamás volverás a verme
    o me enciendes como una tea
    cambia de canal
    estás engordando
    estás borracho.

    Nunca te dirá ven a mi casa esta noche.
    Nunca te dirá ¿estás solo? ¿Solo? ¿Solo?
    Solo. Solo.

  • Nirvana

    Lo del Nirvana debe ser algo así como el sueño que tuve la otra noche: un grupo de astrónomos del futuro descubren a través de un ingenio telescópico los límites reales del Universo, y haciendo uso de sus ingenieriles mentes idean una nave espacial para alcanzar el borde del cosmos, como ir a Australia pero a lo bestia. En la nave se embarcan tanto los astrónomos como sus familias y seres más allegados, y el día de la partida celebran una gran fiesta en una playa idílica del Caribe. Sólo cuando el sol se está poniendo parten hacia su destino. La nave era apenas una barca que navegaba tranquila -con motores como los de las navecitas de Star Wars-.

    Por supuesto, nunca volvieron para contar qué se veía a través de las ventanas del tiempo y el especio. Los periódicos reflejaron que, aún tratándose de astrónomos aficionados, habrían sido capaces de calibrar correctamente los instrumentos de observación que le proporcionó coordenadas equívocas acerca de la geografía del Universo. Así que partieron sabiendo que jamás regresarían a la Tierra.

    También soñé con hijas de mafiosos albano-kosovares, y persecuciones en 4×4 y chaquetas de cuero, y ya no soñé.

  • Yo te contemplo, oh rara avis

    Por algún motivo, lo que encuentro en la poesía más o menos contemplativa norteamericana no lo encuentro del todo en la española – ya he hablado antes de los poemas de Wright et al. Pero algunos hay, claro, joder.

    Fue Antonio Colinas, creo, o alguien que hablaba de él, quien escribió que para la poesía de la contemplación es necesario primero vaciarse de uno mismo -disolución del yo, que dirían algunos, a la manera de un Alka Seltzer contra la acidez -. Otro par de libros recientes que me he chupado en esta nueva afición por los contemplativos – los que hablan de ciudades, arbolitos y montañitas, por ponernos prosaicos -, son el Cuaderno de Nueva York de José Hierro, donde sin embargo, ese vaciamiento no llega a producirse hasta las últimas consecuencias, y los versos no se suceden como una mera transcripción descriptiva, sino más bien como el reflejo sobre el agua de un estanque acariciada por el poeta, con grácil resultado; y Los Campos Elíseos, de Pablo García Baena, superrequetequetebuenísimo según los críticos y ni chicha ni limoná para el que suscribe estas líneas. Además carecía de una metáfora tan rutilante como la ingeniada ad hoc para José Hierro

    Os copypego uno de mis favoritos de éste último, del García Baena tendréis que esperar a que mangue el libro.

    Ballenas en Long Island

    Las he visto varadas en la playa.
    Los niños han abandonado
    carruseles, montañas rusas,
    nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz
    y suspendidos de sus cometas de colores
    han llegado a la orilla. Atrás quedó
    la música crispada de los altavoces.
    Ahora escuchan otra música mas sosegada y misteriosa:
    jadeo de olas, disnea de cetáceos agonizantes,
    chillidos de las aves marinas,
    estremecedora polifonía.

    Los niños, desconectados de lo fabuloso
    saben que es imposible que a Jonás
    se lo tragase una ballena
    como cuenta la Santa Biblia,
    porque al final de la caverna amenazadora
    una garganta angosta permite sólo el paso
    de minúsculos pececillos, placton, polen marino
    que atravesaron las barbas filtradoras.
    (Ignoran, sin embargo, que estas barbas
    fueron antaño utilizadas
    para acentuar la delgadez del talle de las damas.
    ¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas,
    dónde estarán ahora pudriéndose!)

Raúl Quirós Molina
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