Categoría: escritura

  • Los motivos

    Éric-Emmanuel Schmitt
    Dans la nuit du 4 février 1989, lors d’une expédition au Sahara, il est sujet à une expérience mystique : le sentiment de l’Absolu se révèle à lui. Une phrase occupe toutes ses pensées : « Tout est justifié ». Ce bouleversement lui fait franchir le cap pour passer à l’ écriture.

    Don DeLillo
    I did some short stories at that time, but very infrequently. I quit my job just to quit. I didn’t quit my job to write fiction. I just didn’t want to work anymore.

    Haruki Murakami
    According to an oft-repeated story, in the instant that Hilton hit a double, Murakami suddenly realized he could write a novel. He went home and began writing that night. Murakami worked on it for several months in very brief stretches after working days at the bar (resulting in a fragmented, jumpy text in short chapters).

    Raymond Carver
    His daughter, Christine La Rae, was born in December of 1957. When their second child, a boy named Vance Lindsay, was born the next year, Carver was 20. Carver supported his family by working as a janitor, sawmill laborer, delivery man, and library assistant.

  • Cinco libros de poesía a la semana

    Una de las características que más me atraen del mundo literario estadounidense es la capacidad que tienen algunos críticos/escritores de mofarse de sí mismos. Esto unido a su estricto proceder a la hora de separar materias (una revista de divulgación poética no es lo mismo que una revista de filología) y a que la poesía en inglés actual es relativamente sencilla de leer (que no de comprender, algo de lo que debiéramos aprender los españoles, y como ejercicio propongo repetir todos los días: no usar «rosetón» o «lajustre» si no es estrictamente necesario) permiten que girar la vista hacia los críticos de ese país sea un ejercicio harto interesante.

    En PoetryFoundation incluyen este mes un artículo en respuesta lo que Timothy Liu propuso en una conferencia de profesores de escritura creativa norteamericanos: para ser buen profesor hay que leer cinco libros de poesía a la semana.

    […] spoke about what he thought constituted teaching expertise, then smiled a little hostilely and announced that he reads five books of poetry a week. Some people gasped.

    La autora del artículo, una tal Paisley Rekdal, reflexiona sobre cuál es la cantidad justa o necesaria para convertirse en un auténtico profesional. Y para ello, se propone una agenda, a la manera de una dieta para perder peso -el artículo se titula La dieta de los cinco libros a la semana-, con el propósito de leer cinco libros de poesía a la semana. La autora no escatima en detalles cómicos de la consuetudinariedad del proceso (es decir, lo que ocurre cuando leemos: nos pica un tobillo, nos entra hambre, nos saltamos páginas enteras). Aquí van unos fragmentos que he traducido directamente (el original lo podéis encontrar aquí:

    Semana 1

    Satisfecha por el supuesto sacrificio de tiempo y talento, dejo escapar un suspiro tan sólo cuando mi enfurecido novio me encuentra a las 11 de la mañana del lunes en la oficina, tirada en el suelo en pijama, comiendo galletas y leyendo a John Clare.[…]Genial. Me concentro durante diez minutos antes de ir a cambiarme de camiseta. Vuelvo, paso de página y leo 50 líneas de «Helpstone». Me pica el tobillo. Me rasco, pierdo el hilo, vuelvo y leo las últimas cinco líneas. Empiezo a pensar en ir a comer, releo las últimas lineas otra vez, paso de página, levanto los ojos hacia uno de mis perros, le regaño por interrumpirme al rascarse las orejas, releo las últimas lineas una vez más. Mejor olvidarlo. Paso a otro poema titulado «What Is Life?»

    Semana 2

    Tengo que evitar cualquier libro que incluya las palabras «antología» o «selección» en el título. Leer 300 páginas de Clare (¿alguien se da cuenta de lo largos que son los poemas de Clare?) me obliga a saltarme páginas enteras.

    Semana 3

    A fuerza de leer tan rápido como pueda, me he vuelto paranoica con cómo lee otra gente. Observo a los viajeros que leen en el autobús, y me fijo en sus pupilas para comprobar si se saltan las últimas páginas de libro o, por el contrario, leen cada palabra impresa. Esta tarde una mujer se rió en voz alta mientras leía; después, con una media sonrisa levantó la vista. No sé por qué me da que no estaba leyendo poesía.

    Semana 4

    Allá por el jueves dejé de reaccionar a la pila de libros por leer. Sólo muevo mis ojos por encima de la página, sí, procesando palabras, pero sin preocuparme por ellas. Los poemas se han vuelto maquinitas a estudiar, destrozar y recomponer en argumentos e imágenes.

    Semana 6

    Siempre supe que abandonaría. Además el espacio en la oficina se agotaba y algún día me gustaría ser madre, pero incluso yo misma estoy sorprendida con la rápidez con la que he abandonado el proyecto.

    Como nota curiosa, el propio Timothy Liu responde en los comentarios de la página a la autora. En la península uno podría esperar algo como: «es evidente que la miel no está hecha para la boca del asno. Yo leo 300 libros al año, asisto a varios congresos y hago el pino, balaústre, náyade, cartilaginoso». Pero no. De hecho es bastante amable.

    Lo de los cinco libros a la semana se parece a un oasis al que uno se dirige rectamente pero, ¿para qué hacerlo si uno se ha derrumbado en medio del desierto? Por supuesto que conviene ponerse límites. Las antologías que Redkal ha utilizado en sus listas (Clare, Berssenbrugge, Goldbarth) podrían contar cada uno como cinco […]

    Como premio a ambos por fair play, artículo y poema traducidos. Retiro lo dicho sobre que leer poesía en inglés es sencillo. Al menos traducirla es un infierno.

    Hard Evidence
    by Timothy Liu

    A room walled-in by books where the hours withdraw.

    At the foot of an unmade bed a bird of paradise.

    Motel carpet melted where an iron had been.

    His attention anchored to a late night glory hole.

    Of janitorial carts no heaviness like theirs.

    Desire seen cavorting with the yes inside the no.

    A soul kiss swimming solo in an open wound.

    The self as church where the whores now gather in.

    Prueba irrefutable
    por Timothy Liu

    Una habitación tapiada con libros donde se retiran las horas.

    A los pies de una cama sin hacer un ave del paraíso.

    Moqueta de motel destrozada donde hubo un hierro.

    Su atención anclada a un agujero en la pared a altas horas de la madrugada.

    De las carretillas de conserjes no hay pesadez como la suya.

    Se ha visto al deseo retozar con el sí dentro del no.

    Un beso del alma nadando en soledad en una herida abierta.

    El yo como una iglesia donde las putas ahora se reúnen.

  • Haiku

    La hormiga canta
    la semilla que carga
    en el desierto.

  • Métro, boulot, dodó

    Pero no todo tiene que ser como se espera que sea, Rem, métro-boulot-dodó. Ni siquiera has probado otras cosas que se te han pasado por la cabeza: escritor de viajes, articulista a sueldo, fotógrafo, corrector, traductor, profesor de español, de matemáticas, de informática, vendedor, conductor de autobús, puto, funcionario corrupto, traficante de armas, dueño de un prostíbulo, jugador profesional, kamikaze.

    Parecías un tipo listo, pero al final resulta que no lo eres tanto. Me explico: has hecho el camino difícil, has estudiado con pasión tu ingeniería y tu carrera de filosofía, te has apuntado a cursillos incluso en idiomas que no eran el tuyo, te has puesto enfermo diez veces y diez veces te levantaste de la cama, hablaste de Heráclito y Robert Frost en inglés (qué presuntuoso), le sacaste los dientes a la Sinéad de las narices y después… Después nada. Después te compraste una corbata y un maletín y mendigaste por las grandes instituciones financieras un rincón en el que cobijarte y llorar tu incapacidad. Y todo porque no has sido capaz de contar esto en un papel, mandarlo por correo electrónico, y esperar. Y todo porque al final era el $$$$$$ lo que te mandaba (y tú que leías a Marzoa). Y ahora ¿qué? Volver. Como al personaje de tu cuento, te ha salido una mata de tomates en la cabeza. Y, poco a poco, alguien va arrancando su frutos y devorándolos frente a tus ojos y tú no haces nada. Métro, boulot, dodó.

    Bellecour

    Y me pregunto si esta tarde no es
    una pausa del mismo Tiempo que
    en otras ocasiones nos obliga
    a aprender su gramática de plomo
    hirviente con la que se escribe el mundo.

    Una canción parece estar oculta
    en los árboles del parque, en las hojas
    que vuelan en bandadas a ras de suelo,
    ya perdida su casa, hasta mis pies.
    Quien fuera una de ellas y rodara
    en soledad por la tierra y el asfalto,
    puliendo sus aristas con la lluvia
    y el viento, y reposara entre otras hojas
    en el cruce de dos calles, al fin.

    Algunas tardes escucho una voz
    al otro lado del parque que dice:
    ‘Ven, tu lugar no está junto a la luz,
    sus raíces no son las tuyas,
    tú eres el parque, tú eres la canción’
    Levanto la mirada en ese instante
    y contemplo el vuelo de las palomas
    sobre el aire encendido por las
    hojas que, en remolinos de ardiente oro,
    se despiden de los últimos rayos
    de la tarde,
    para siempre.

  • Charles Simic

    No pasará ni un año antes de que alguna editorial se lance a publicar o reimprimir y promocionar algún libro de Charles Simic, que ganó el Wallace Stevens Award el pasado dos de agosto. Para entendernos: un premio que poetas americanos conceden a poetas americanos.

    No he leído en profundidad a Simic pero hay una nota en su biografía que me parece muy interesante: nació en Yugoslavia, se trasladó a París a los quince años con su madre, a los dieciséis se encuentra con su padre en Nueva York. Estamos hablando de un poeta que no comenzó a vivir en inglés hasta los dieciséis años. Toda la imaginería de la infancia, los primeros sueños, las primeras reflexiones o posicionamiento poeta-mundo estaban escritos/pensados/vividos en un idioma distinto al inglés.

    «I am especially touched and honored to be selected because I am an immigrant boy who didn’t speak English until I was 15», extraído de http://www.poets.org/poet.php/prmPID/27

    Los que hemos vivido en otra lengua no materna durante el tiempo necesario como para que de alguna manera se «naturalice», hemos habitado una relación extrañada con la poesía: por un lado, ya no se traduce el poema a la lengua de la que somos origen; por otro, las palabras están fuera de sí, como impostadas, como robadas y, sin embargo, se engarzan o agolpan para crear sentido, sentimiento. Cuando estudiaba en el Irish Writers Centre tuve la ocasión de compartir talleres de escritura en lengua inglesa con escritores no nativos; de hecho, el profesor mismo era Anatoly Kudryavitsky, un ruso afincado en Irlanda desde hace bastantes años y que escribía tanto en ruso como en inglés. El tema era discutido con frecuencia. El extrañamiento se vuelve aún más palpable cuando incluso la escritura, la gramática o la entonación de la lengua adoptada difieren por completo de la materna: al grupo asistían con mayor o menor frecuencia una escritora india y un poeta de Mongolia. Por ejemplo, en el idioma de la escritora india (no recuerdo ahora si era hindi, urdu o telugu) afirmaba que no existía la palabra labyrinth (laberinto) en su lengua. Escepticismos aparte, se puede uno imaginar, si es cierto lo que decía mi compañera, lo que debe costar traducir a Borges al hindi o al urdu (si alguien encuentra alguna tienda donde poder comprarlo que avise).

    Mañana me atreveré con alguna traducción de Simic o de mi profesor Anatoly quien, pese a tenerle todo el cariño del mundo, era un plasta enciclopédico.

    Alguna información sobre Charles Simic
    Poemas traducidos
    Entrevista en el Paris Review
    Entrada en poets.org
    Los libros del ISBN

Raúl Quirós Molina
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