Charles Simic

No pasará ni un año antes de que alguna editorial se lance a publicar o reimprimir y promocionar algún libro de Charles Simic, que ganó el Wallace Stevens Award el pasado dos de agosto. Para entendernos: un premio que poetas americanos conceden a poetas americanos.

No he leído en profundidad a Simic pero hay una nota en su biografía que me parece muy interesante: nació en Yugoslavia, se trasladó a París a los quince años con su madre, a los dieciséis se encuentra con su padre en Nueva York. Estamos hablando de un poeta que no comenzó a vivir en inglés hasta los dieciséis años. Toda la imaginería de la infancia, los primeros sueños, las primeras reflexiones o posicionamiento poeta-mundo estaban escritos/pensados/vividos en un idioma distinto al inglés.

«I am especially touched and honored to be selected because I am an immigrant boy who didn’t speak English until I was 15», extraído de http://www.poets.org/poet.php/prmPID/27

Los que hemos vivido en otra lengua no materna durante el tiempo necesario como para que de alguna manera se «naturalice», hemos habitado una relación extrañada con la poesía: por un lado, ya no se traduce el poema a la lengua de la que somos origen; por otro, las palabras están fuera de sí, como impostadas, como robadas y, sin embargo, se engarzan o agolpan para crear sentido, sentimiento. Cuando estudiaba en el Irish Writers Centre tuve la ocasión de compartir talleres de escritura en lengua inglesa con escritores no nativos; de hecho, el profesor mismo era Anatoly Kudryavitsky, un ruso afincado en Irlanda desde hace bastantes años y que escribía tanto en ruso como en inglés. El tema era discutido con frecuencia. El extrañamiento se vuelve aún más palpable cuando incluso la escritura, la gramática o la entonación de la lengua adoptada difieren por completo de la materna: al grupo asistían con mayor o menor frecuencia una escritora india y un poeta de Mongolia. Por ejemplo, en el idioma de la escritora india (no recuerdo ahora si era hindi, urdu o telugu) afirmaba que no existía la palabra labyrinth (laberinto) en su lengua. Escepticismos aparte, se puede uno imaginar, si es cierto lo que decía mi compañera, lo que debe costar traducir a Borges al hindi o al urdu (si alguien encuentra alguna tienda donde poder comprarlo que avise).

Mañana me atreveré con alguna traducción de Simic o de mi profesor Anatoly quien, pese a tenerle todo el cariño del mundo, era un plasta enciclopédico.

Alguna información sobre Charles Simic
Poemas traducidos
Entrevista en el Paris Review
Entrada en poets.org
Los libros del ISBN

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