Autor: Raúl Quirós Molina

  • Cómo acabar con el lector (al final): Deus ex machina

    Usted quiere escribir buenas historias y sigue fielmente los consejos de esta y muchas otras páginas web. Ya sean novelas, relatos u obras de teatro, su intención es llegar al lector, hacer que vibre y no sé cuántas majaderías más extraídas de algún manual de autoayuda a través de la escritura. Pues bien, no se deje mangonear. Usted no tiene que hacer vibrar a nadie ni venirse encima de ninguno. Usted lo que tiene que hacer es dejar en paz al lector y no amargarle la existencia.

    Hoy quiero hablarle de los finales. El final es la parte en la que el momento de suspensión de la realidad termina y completa el viaje del lector. Es el instante en el que la persona que lee su libro vuelve a su cotidianeidad y tal vez vuelva más inteligente, reflexivo o, por qué no, entretenido. Usted puede destruir ese retorno a la realidad muy fácilmente. Debe saber cómo.

    Hay diversos métodos para reventar un final, pero reseñaré  el más conocido, el llamado deux ex machina, que todo escritor finge conocer y evitar y como resultado andamos por estos mundos de Dios con finales terribles y escritores ufanos. Deux ex machina es un latinajo que viene a significar: me saco de la manga el final de esta historia porque no me he molestado en pensarla ni cinco minutos. Es fácil detectar un deux ex machina. Se trata de un elemento inverosímil que aparece de repente y resuelve el conflicto del protagonista dando cierre a la historia.

    Voy a explicarle dos, uno reciente y otro clásico.

    Caso 1 de Deux Ex Machina: Independence Day.

    Los marcianos llegan a la Tierra. Se cargan a la mayoría de los líderes mundiales y defensas de los estados. Son alienígenas malos e hiperavanzados tecnológicamente, así que cualquier misil humano que quiera aniquilarlos es neutralizado en segundos. La Humanidad está perdida. No solo una raza de alienígenas ha viajado en el espacio-tiempo hasta llegar a un planeta que, digámoslo, a la vista del vasto universo no es ni fu ni fa en cuestión de recursos materiales, sino que además tienen la capacidad de borrarnos de la faz de nuestro propio planeta y no lo hacen, en plan sádico.

    Pero un valiente informático les mete un virus en su sistema central y entonces podemos acabar con ellos. Ni que decir que los sistemas operativos, lenguajes de programación, codificación, conexión a redes y demás han de ser los mismos, sino que además este hacker habría de tener acceso a ese supersistema como para que el asunto no sonara a broma. La recaudación de Independence Day fue de 800 millones de dólares. Uno detrás de otro.

    Caso 2 de Deux Ex Machina: Los dos hidalgos de Verona, de Shakespeare.

    No solo los amigos yanquis son capaces de colarnos finales de poca monta, sino que el formidable, universalísimo y agente cultural Shakespeare se podía marcar unos finales de toma pan y moja. Los dos hidalgos de Verona (The Two Gentlmen of Verona) toma la historia de Valentine y Proteus, amigos de la infancia, que se separan al principio de la obra.

    Proteus se queda en Verona porque le gusta Julia, pero al final su padre lo manda con su amigo a Milán. Cuando Proteus llega a Milán, se encuentra con que su amigo se ha enamorado de una muchacha, Silvia, y el muy buitre decide robársela a su amigo de la infancia.

    El resto de la obra es un enredo de amores y desamores en las que hacia el final Proteus está a punto de violar a Silvia, pero su amigo Valentine aparece y exclama su horror, y Proteus se da cuenta en ese momento de lo mal que lo está haciendo y se arrepiente y todos contentos.  No es broma, la obra de teatro termina así: una gran violencia sexual contenida durante escenas y escenas que se resuelve con un apretón de manos entre hidalgos en la última página.

    ¿Cómo evitar un deux ex machina? Lo importante, lo fundamental es no considerar al lector un imbécil. Sí, puede que conozca a unos cuantos, pero ser un mal escritor es parecido a pertenecer a la mafia: te puedes librar durante un relato o dos, pero al final te cazan y te entierran en cemento. Algunos los aceptan, con Shakespeare, y componen obras maestras como El rey Lear, y otros fundan editoriales. La que esté más a su alcance será su solución. Pero también puede planificar su relato desde el final o revisarlo adecuadamente para evitar el bochorno que supone.

  • Finalista del Nadal 2018

    El jurado del Nadal ha tenido a bien incluirme en su lista de finalistas para el premio de narrativa de 2018. Es un auténtico honor compartir lista con los mejores escritores en lengua castellana como Sánchez Ferlosio, Carmen Laforet y tantísimos otros. Os dejo con la nota de prensa.

    La semana que viene continuamos con las clases en Fuentetaja y Pa’Tothom.

    Un abrazo a todos y feliz año nuevo.

    http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20180105/434078301022/el-74-premio-nadal-de-novela-se-falla-manana-entre-seis-finalistas.html

  • Hablar del procés a través de Antígona

    Antígona vs. Catalunya vs. España

    Solo el procés es tabú entre los alumnos que vienen a mis clases en Barcelona. Tanto da que sea una clase de escritura creativa o de teatro político: del procés nadie habla, nadie opina, todo el mundo se calla. Hablo de la gente normal, la gente que se apunta a un centro cívico a hacer teatro, del estudiante  de psicología que quiere aprender a escribir ficción, del jubilado que quiere pasar un buen rato. Y no son alumnos apocados: pueden  y quieren discutir afiladamente sobre racismo, homofobia, discriminación, la corrupción.

    En Barcelona rara vez se habla del procés en público: se asemeja a un trauma de tales dimensiones que ni siquiera la palabra puede curar. Atrás quedan, te dicen en privado, discusiones entre hermanos, vecinos, amigos a quienes será difícil recuperar. ¿Por qué entonces perder el decoro frente a otros desconocidos? ¿Por qué empeñarse en defender un debate que siempre es reprobado, independientemente de las posturas de cada uno?

    Sin embargo, no se podía enseñar teatro, ni política, ni a escribir de una manera honesta durante el último cuatrimestre de 2017 sin pensar ni hablar del procés. Esconder el elefante blanco de la política actual española y catalana hubiera sido cobarde. ¿Y cómo se puede hablar de la desazón de la política con los principales afectados, la gente normal?

    Pues hete aquí que hallé la fórmula para hablar del procés sin el engorro de ponerme la camiseta de fútbol de uno u otro equipo. Les hice pensar y trabajar sobre Antígona, la obra de Sófocles.

    Hablar de Antígona, hablar de Creonte

    Antígona decide enterrar a su hermano, Polinices, tal y como manda la tradición. Polinices murió en la guerra contra su hermano Eteocles, que es considerado un héroe, puesto que defendió Tebas, y Polinices un traidor, ya que descontento con el reparto de poder, decidió arrasarla. Dos angelitos, vaya. Antígona es joven, bella y patriota, condujo a su padre ciego por el exilio, es hija de una familia desestructurada (su padre se casó con su abuela y la tuvo a ella) y tiene convicciones basadas en la tradición, la tierra, la religión.

    Así que Antígona se pone manos a la obra. Ya al comienzo de la historia se le advierte que para enterrar al traidor, ha de saltarse la ley que lo prohíbe y que condena a muerte a aquel que lo lleve a cabo. Se dice, en la obra, que la ley es necesaria para garantizar la paz social, que no se honre a traidores y se castigue a los héroes, a saber, una especie de ley Mordaza que divide entre buenos y malos tebanos. Hasta aquí el símil más o menos calcado.

    Me gano la confianza del partido amarillo: Antígona es la libertad guiando al pueblo y castigada por el partido azul en el poder. Sin embargo, Antígona está más cerca de un talibán que de una liberadora de pueblos. En el in media res en el que empieza no solo se salta una ley que la condena a muerte (en una estrategia suicida que, sin embargo, no produce cambio significativo entre los tebanos, que durante la obra les da todo igual) sino que además llama traidores y manda a freír espárragos a cuantos le advierten del peligro que corre.

    ISMENE
    Sí, sí algo lograrás… Pero no tiene salida, tu deseo.

    ANTÍGONA
    Puede, pero no cejaré en mi empeño, mientras tenga fuerzas.

    ISMENE
    De entrada, ya, no hay que ir a la caza de imposibles.

    ANTÍGONA
    Si continúas hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio también del muerto, con justicia. Venga, déjanos a mi y a mi funesta resolución, que corramos este riesgo, convenida como estoy de que ninguno puede ser tan grave como morir de modo innoble.

    ISMENE
    Ve, pues, si es lo que crees; quiero decirte que, con ir demuestras que estás sin juicio, pero también que amiga eres, sin reproche, para tus amigos.

    Antígona no ve conflicto alguno en dar entierro a su hermano muerto, si para ello ha de perder la vida y la honra y dejar aún más huérfana su hermana Ismene. Antígona elige la muerte por encima de la vida por defender la tradición, a su hermano muerto por encima de su hermana viva. Una pulsión de muerte, clásica de los integristas, empuja a Antígona a cumplir a rajatabla con el precepto religioso, aunque ello le lleve a la extinción propia.

    Pasemos a Creonte, el otro elemento de la obra. Creonte se encuentra con un marrón considerable: reconstruir un país dividido por la guerra civil. El buen hombre no tiene muchas luces, y tampoco viene de una tradición estadista muy notable que digamos. Su cuñado, Edipo, provocó una peste en la ciudad que regentaba; sus sobrinos políticos se mataron unos a otro en una guerra civil, y ahora una de sus sobrinas políticas y su propio hijo le salen sediciosos. Ya apunta maneras, desde luego, cuando va y aprueba la primera ley de su gobierno, a saber, que en Tebas hay héroes y traidores, buenos tebanos y malos tebanos, que los buenos son aquellos que han ganado y los malos los que han perdido; los primeros héroes, los segundos traidores; los primeros, honores; los segundos, a las cunetas, etc.

    Creonte no se anda con chiquitas porque en aquellos momentos no existían nada así como comisiones de la verdad, ni tribunales de la Haya para dirimir estos entuertos tan complicados, así que impone una ley tan sólida como sus santos cojones en la que ciudadanos de bien serán aquellos que él decida y ciudadanos malignos los demás.

    Resultado: empate a muertos y a mártires

    Así que tenemos aquí a Antígona, que no se baja de la burra de enterrar a su hermano saltándose la ley de un estado policial, con sus soldados y sus cachiporras y un integrismo fanático, y a un gobernante inepto que va concediendo títulos de buen y mal tebano bajo la amenaza de muerte, nada menos.

    En este punto de la historia, normalmente ya me he ganado los odios de ambos equipos, pero es que este es el punto donde quiero llegar. Antígona no es una obra que trate de la batalla entre la ley y la tradición, entre Estado y nación, entre poder legítimo y poder legitimado, sino en todos aquellos personajes que caen en el fuego cruzado de esta batalla: la tensión entre la jovencita y el gobernante es el drama, el fracaso como nación y como estados es la tragedia. Aunque Ismene, Hemón, Eurídice, Tiresias, el Coro van advirtiendo a uno y a otro alternativamente del riesgo que portan las grandes ideas como la Nación, la Tradición, la Ley, o sencillamente, España, Cataluña, ninguno de los dos verdaderamente muestra una disposición a bajar sus armas aunque eso cueste la muerte, la prisión, el deshonor, acabar con tu hijo y con tu sobrino.

    Tras muchas discusiones, Antígona es condenada a muerte por inanición pero termina suicidándose, sin conseguir que su hermano sea enterrado. Hemón, hijo de Creonte, su prometido, se suicida junto a ella. La madre de Hemón también se mata, Ismene pierde a la única hermana que le quedaba, Tiresias es sospechoso de apoyar a traidores. La paz en Tebas ha costado tres vidas, Polinices ha quedado sin enterrar, el nombre de Creonte quedará por siempre marcado como la figura de la ineptitud política en esta tragedia del siglo V a. C.

    Ojalá procesos tan nefastos pudieran explicarse con obras de Miguel Mihura.

    TIRESlAS
    Bien está, pero sepas tú, a tu vez, que no vas a dar muchas vueltas, émulo del sol, sin que, de tus propias entrañas, des un muerto, en compensación por los muertos que tú has enviado allí abajo, desde aquí arriba, y por la vida que indecorosamente has encerrado en una tumba, mientras tienes aquí a un muerto que es de los dioses subterráneos, y al que privas de su derecho, de ofrendas y de piadosos ritos. Nada de esto es de tu incumbencia, ni de la de los celestes dioses; esto es violencia que tú les haces. Por ello, destructoras, vengativas, te acechan ya las divinas, mortíferas Erinis, para cogerte en tus propios crímenes. Y ve reflexionando, a ver si hablo por dinero, que, dentro no de mucho tiempo, se oirán en tu casa gemidos de hombres y de mujeres, y se agitarán de enemistad las ciudades todas los despojos de cuyos caudillos hayan llegado a ellas —impuro hedor— llevadas por perros o por fieras o por alguna alada ave que los hubiera devorado. Porque me has azuzado, he aquí los dardos que te mando, arquero, seguros contra tu corazón; no podrás, no, eludir el ardiente dolor que han de causarte.

    Leer Antígona en la red.

    Próximos cursos en Barcelona:

    Taller de Teatro en Fort Pienc. (Viernes a las 20.00)
    Teatro de Intervención Social en Pa’Tothom (Martes a las 19.00)
    Escritura Creativa (Fuentetaja Literaria – miércoles y viernes)

  • En España no tenemos Harvey Weinstein

    En España no tenemos Harvey Weinstein porque aún no ha sido nombrado, y aquellos que no tienen un nombre son cualquiera, o lo que es lo mismo, nadie. En España no existen hombres poderosos en el mundo del teatro, el cine y la televisión que vayan a ser procesados judicialmente por acoso, intimidación o violación, que pierdan sus premios Goya o sus premios Max, que no vuelvan a conseguir un solo trabajo o, incluso, que acaben en la cárcel porque todavía se espera que sean las víctimas las que sacrifiquen  su carrera, su reputación, su trabajo y su patrimonio, es decir, su forma de vida para ponerle el adjetivo a esas caras famosas, y hacer justicia.

    En España nos sorprenden los casos de Weinstein, Kevin Spacey, Dustin Hoffman, o Louis CK. No porque hubiera tantísima gente padeciendo los abusos sexuales, acosos y humillaciones por parte de gente poderosa de la industria. Ni tampoco por el número de personas que encubrieron a los violadores durante décadas. Lo impresionante es que las víctimas hayan podido alzar la voz porque el riesgo que corrían era mucho mayor que el de perder el trabajo y nunca conseguir otro: era el de ser extinguidas, el de ser tratados como idiotas, exageradas, aprovechadas por sus propios compañeros de profesión, por sus jefes, por otros directores, otros productores; podrían haber perdido su vida en este movimiento, ahogadas en un mar de juicios, demandas y contrademandas, podrían ser nada, nunca, nadie.

    En España no tenemos Harvey Weinstein, en definitiva, porque ningún periodista que conozca estas prácticas ha puesto negro sobre blanco nombres y apellidos de violadores. Porque ningún compañero de rodaje ha acudido a la policía a denunciar por abuso a ese director tan condecorado que le podría llevar a Hollywood. Y porque es muy tranquilizador estar en manis contra del acoso, indignarse con el que ya ha sido descubierto, denunciado y condenado, apoyar a la compañera que levantó la voz. Porque en realidad no compromete a nadie, porque el acto heroico ya está hecho por otro, porque la persona que ha denunciado, ya ha quemado sus naves y nunca más volverá a trabajar ni en el más triste de los anuncios del teletienda.

    Porque se sigue entendiendo el problema del acoso en las artes, en el trabajo, en la calle como un coincidencia individual y no una consecuencia sistémica. Sigue pensándose como una lotería que por desgracia le cae a una; de una lógica tan mágica como el éxito: estabas en el lugar adecuado, en el momento adecuado; estabas en el peor momento con la peor persona.  Todavía se perpetúa la creencia de que el azar o la mala estrella es un desencadenante válido para la peor de las condenas. Si te meten mano en un hotel, si te tocan el culo durante un rodaje, si te babean durante una fiesta es mala pata, como cuando se te gripa el motor o te revienta una rueda en la autopista o, peor, culpa tuya por estar ahí, por no comprender que el mundo del arte es así, que los hombres son hombres. Etcétera.

    Mientras tanto, ese actor tan de izquierdas y tan querido por twitter que habla de derechos sociales y de feminismo seguirá metiendo hocico a sus asistentes en las fiestas de estreno; la joven promesa del cine español, que hace un cine tan vanguardista y europeo prometerá papeles a actrices novatas con el objetivo de dormir con ellas; la estrella fulgurante de la comedia le preguntará a su agente de prensa si se la chupa a su novio. Y actor, director, comediante harán sus vidas normalmente, se reunirán con sus agentes y productores, firmarán contratos, se reirán con otros compañeros. Despreocupados y ufanos porque sus nombres no han salido de la boca de nadie, no se han impreso en un papel, no han sido señalados en una manifestación, y si lo han hecho, da igual, porque no está en el sumario de un juicio y, a lo sumo, ha desencadenado una «tormenta en las redes sociales» que es la forma blandita de regañar al niño travieso. Mientras que la agente, la asistente, la actriz novata deben preguntarse si merece la pena jugarse la carrera por denunciar la injusticia o seguir soportando el acoso, la intimidación, la violación por estos Harvey Weinstein.

    El resto esperamos a que lo haga.

    Y esperamos, y esperamos.

    Aunque, tal vez, solo por esta ocasión, no queramos esperar ni un minuto más a que las supervivientes encuentren el valor que el resto deberíamos tener y mostrarles.

    Entonces sabremos quién es el primer Harvey Weinstein español, y el resto, caerá por el peso de la indignación.

    Manifiesto de La Liga de Mujeres Profesionales del Teatro.

  • De la música y el fútbol a la Patria, la Familia y el Amor: tópicos románticos. Parte II

    Pues eso: el futbolista y la cantante han llegado al vértice de sus carreras y desde ahí, todo da mucho miedo. Para un jugador, cumplir los 30 años es entrar en la prejubilación y los años en los que hay que comenzar a negociar con chinos, rusos o turcos para que la pensión pague la uni y el jaguar de los niños. En una cantante no es tan problemático eso de la edad, pero si no sabes crecer con tus fans, estos se pierden por el camino. ¿Quién va a los conciertos de los Rolling Stones? No, no son los mismos que aplauden a Arianna Grande, lo aseguro.

    Así que el futbolista y la cantante se hallan instalados como representantes de la Patria y la Familia, que son sustantivos que dan miedito una vez que se les pone en mayúsculas, y necesitan crear nuevos relatos para que los calés sigan entrando en sus cuentas de maneras no sospechosas, como por ejemplo, vendiendo natillas o cremas para el pelo.

    Así que el futbolista y la cantante, con la colaboración inestimable de sus agentes de márketing y story tellers se ponen al tajo y llegan a la conclusión que lo mejor para vender es contar una historia, y nada más funciona como agente catalizador de calidad para la imaginación que El Amor(tm). Por causa del Amor, la Familia se puede ir a freír espárragos y Amor es lo que funda la Patria: así que futbolista y cantante dijeron

    ¿Por qué no hacer como si nuestro Amor se tambaleara?

    Y no era mala idea: si los pilares de todos los estados modernos fallan, el orden social y emocional del mismo fallece. (Son los pilares que hemos ido chupando desde pequeñitos, tanto tanto, que nos gestionamos por la vida como si fuéramos nosotros mismos estados unipersonales con nuestros «límites», «leyes» y «capital personal»)

    Así que los agentes de prensa empezaron a deslizar que el Amor de la pareja de moda se acababa. Y se acababa no de cualquier modo, sino por las interferencias de antiguos novios, nuevas novias, engaños y demás. ¿Cómo era posible? ¡Qué angustia les agarró a los seguidores de la cantante, que lo pierde todo, fama, familia y amante guapo! ¿Será el futbolista capaz de retirarse tranquilamente y adquirir terreno para conquistar en el futuro algún puesto directivo en el club donde ahora juega? Si no son capaces de cuidar el Amor… ¿Cómo serán capaces de cuidar de su Patria, de su Familia?

    Pero hay silencios, faltas de respuestas. La pareja deja de verse en público lo cual es una estrategia para generar más suspense… ¿Por qué no se ven? Se preguntan, lánguidamente, fans y haters por igual. Hasta que ella saca un nuevo single.

    Debe indicarse que las ventas de discos de la cantante habían ido en descenso (picado) con los cambios de estilo que había acometido a lo largo de los años. La púber hipersexualizada daba resultados califragilísticos en términos de ventas, pero su metamorfosis a madre de dos hijos que canta canciones hipersexualizantes no había funcionado: tan solo un millón de singles, y a duras penas. Las nuevas cantantes son más jóvenes, enseñan más carne y no se les conoce maromo en activo, así que le comen el terreno.

    Así que la cantante saca un nuevo single en el que explica los pormenores de la supuesta infidelidad/infelicidad en su matrimonio. Con tanto suspense, ¿cómo no adquirirlo? El disco es un superventas: la cantante explica qué ha pasado en su matrimonio feliz a través de lo que mejor sabe hacer: cantar. Al mismo tiempo, la pareja va planeando diversos encuentros que ejecuten la reconciliación. Recordemos, el futbolista quiere ser directivo de su equipo, pero como es de boca procaz, y suelta perlitas que cabrean a medio país, necesita establecer una imagen de tipo responsable y resuelto que puede hacerse con las riendas del club cuando las cosas vayan mal.

    Así que aparecen, después de la historia y niegan con la cabeza, en un reportaje largo y ancho en el que explican que nunca ha pasado nada de lo que efectivamente había pasado, que nunca su matrimonio estuvo en peligro y que en realidad hablan de todas las cosas. El viaje de ambos héroes ha terminado, y ha dejado por el camino un single de los más vendidos, una imagen de candidato resuelto y el fortalecimiento del relato de personas serias y de negocios de ambos. La literatura romántica los salvó.

    Y la historia acaba aquí. O no. Porque cuando todo parecía atado y bien atado, unos hackers maliciosos revelan que la cantante estaba evadiendo impuestos como si eso de cumplir con el fisco no fuera con ella. Pero eso es otra historia y la contaremos en otro lugar.

Raúl Quirós Molina
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