Antígona vs. Catalunya vs. España
Solo el procés es tabú entre los alumnos que vienen a mis clases en Barcelona. Tanto da que sea una clase de escritura creativa o de teatro político: del procés nadie habla, nadie opina, todo el mundo se calla. Hablo de la gente normal, la gente que se apunta a un centro cívico a hacer teatro, del estudiante de psicología que quiere aprender a escribir ficción, del jubilado que quiere pasar un buen rato. Y no son alumnos apocados: pueden y quieren discutir afiladamente sobre racismo, homofobia, discriminación, la corrupción.
En Barcelona rara vez se habla del procés en público: se asemeja a un trauma de tales dimensiones que ni siquiera la palabra puede curar. Atrás quedan, te dicen en privado, discusiones entre hermanos, vecinos, amigos a quienes será difícil recuperar. ¿Por qué entonces perder el decoro frente a otros desconocidos? ¿Por qué empeñarse en defender un debate que siempre es reprobado, independientemente de las posturas de cada uno?
Sin embargo, no se podía enseñar teatro, ni política, ni a escribir de una manera honesta durante el último cuatrimestre de 2017 sin pensar ni hablar del procés. Esconder el elefante blanco de la política actual española y catalana hubiera sido cobarde. ¿Y cómo se puede hablar de la desazón de la política con los principales afectados, la gente normal?
Pues hete aquí que hallé la fórmula para hablar del procés sin el engorro de ponerme la camiseta de fútbol de uno u otro equipo. Les hice pensar y trabajar sobre Antígona, la obra de Sófocles.
Hablar de Antígona, hablar de Creonte
Antígona decide enterrar a su hermano, Polinices, tal y como manda la tradición. Polinices murió en la guerra contra su hermano Eteocles, que es considerado un héroe, puesto que defendió Tebas, y Polinices un traidor, ya que descontento con el reparto de poder, decidió arrasarla. Dos angelitos, vaya. Antígona es joven, bella y patriota, condujo a su padre ciego por el exilio, es hija de una familia desestructurada (su padre se casó con su abuela y la tuvo a ella) y tiene convicciones basadas en la tradición, la tierra, la religión.
Así que Antígona se pone manos a la obra. Ya al comienzo de la historia se le advierte que para enterrar al traidor, ha de saltarse la ley que lo prohíbe y que condena a muerte a aquel que lo lleve a cabo. Se dice, en la obra, que la ley es necesaria para garantizar la paz social, que no se honre a traidores y se castigue a los héroes, a saber, una especie de ley Mordaza que divide entre buenos y malos tebanos. Hasta aquí el símil más o menos calcado.
Me gano la confianza del partido amarillo: Antígona es la libertad guiando al pueblo y castigada por el partido azul en el poder. Sin embargo, Antígona está más cerca de un talibán que de una liberadora de pueblos. En el in media res en el que empieza no solo se salta una ley que la condena a muerte (en una estrategia suicida que, sin embargo, no produce cambio significativo entre los tebanos, que durante la obra les da todo igual) sino que además llama traidores y manda a freír espárragos a cuantos le advierten del peligro que corre.
ISMENE
Sí, sí algo lograrás… Pero no tiene salida, tu deseo.
ANTÍGONA
Puede, pero no cejaré en mi empeño, mientras tenga fuerzas.
ISMENE
De entrada, ya, no hay que ir a la caza de imposibles.
ANTÍGONA
Si continúas hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio también del muerto, con justicia. Venga, déjanos a mi y a mi funesta resolución, que corramos este riesgo, convenida como estoy de que ninguno puede ser tan grave como morir de modo innoble.
ISMENE
Ve, pues, si es lo que crees; quiero decirte que, con ir demuestras que estás sin juicio, pero también que amiga eres, sin reproche, para tus amigos.
Antígona no ve conflicto alguno en dar entierro a su hermano muerto, si para ello ha de perder la vida y la honra y dejar aún más huérfana su hermana Ismene. Antígona elige la muerte por encima de la vida por defender la tradición, a su hermano muerto por encima de su hermana viva. Una pulsión de muerte, clásica de los integristas, empuja a Antígona a cumplir a rajatabla con el precepto religioso, aunque ello le lleve a la extinción propia.
Pasemos a Creonte, el otro elemento de la obra. Creonte se encuentra con un marrón considerable: reconstruir un país dividido por la guerra civil. El buen hombre no tiene muchas luces, y tampoco viene de una tradición estadista muy notable que digamos. Su cuñado, Edipo, provocó una peste en la ciudad que regentaba; sus sobrinos políticos se mataron unos a otro en una guerra civil, y ahora una de sus sobrinas políticas y su propio hijo le salen sediciosos. Ya apunta maneras, desde luego, cuando va y aprueba la primera ley de su gobierno, a saber, que en Tebas hay héroes y traidores, buenos tebanos y malos tebanos, que los buenos son aquellos que han ganado y los malos los que han perdido; los primeros héroes, los segundos traidores; los primeros, honores; los segundos, a las cunetas, etc.
Creonte no se anda con chiquitas porque en aquellos momentos no existían nada así como comisiones de la verdad, ni tribunales de la Haya para dirimir estos entuertos tan complicados, así que impone una ley tan sólida como sus santos cojones en la que ciudadanos de bien serán aquellos que él decida y ciudadanos malignos los demás.
Resultado: empate a muertos y a mártires
Así que tenemos aquí a Antígona, que no se baja de la burra de enterrar a su hermano saltándose la ley de un estado policial, con sus soldados y sus cachiporras y un integrismo fanático, y a un gobernante inepto que va concediendo títulos de buen y mal tebano bajo la amenaza de muerte, nada menos.
En este punto de la historia, normalmente ya me he ganado los odios de ambos equipos, pero es que este es el punto donde quiero llegar. Antígona no es una obra que trate de la batalla entre la ley y la tradición, entre Estado y nación, entre poder legítimo y poder legitimado, sino en todos aquellos personajes que caen en el fuego cruzado de esta batalla: la tensión entre la jovencita y el gobernante es el drama, el fracaso como nación y como estados es la tragedia. Aunque Ismene, Hemón, Eurídice, Tiresias, el Coro van advirtiendo a uno y a otro alternativamente del riesgo que portan las grandes ideas como la Nación, la Tradición, la Ley, o sencillamente, España, Cataluña, ninguno de los dos verdaderamente muestra una disposición a bajar sus armas aunque eso cueste la muerte, la prisión, el deshonor, acabar con tu hijo y con tu sobrino.
Tras muchas discusiones, Antígona es condenada a muerte por inanición pero termina suicidándose, sin conseguir que su hermano sea enterrado. Hemón, hijo de Creonte, su prometido, se suicida junto a ella. La madre de Hemón también se mata, Ismene pierde a la única hermana que le quedaba, Tiresias es sospechoso de apoyar a traidores. La paz en Tebas ha costado tres vidas, Polinices ha quedado sin enterrar, el nombre de Creonte quedará por siempre marcado como la figura de la ineptitud política en esta tragedia del siglo V a. C.
Ojalá procesos tan nefastos pudieran explicarse con obras de Miguel Mihura.
TIRESlAS
Bien está, pero sepas tú, a tu vez, que no vas a dar muchas vueltas, émulo del sol, sin que, de tus propias entrañas, des un muerto, en compensación por los muertos que tú has enviado allí abajo, desde aquí arriba, y por la vida que indecorosamente has encerrado en una tumba, mientras tienes aquí a un muerto que es de los dioses subterráneos, y al que privas de su derecho, de ofrendas y de piadosos ritos. Nada de esto es de tu incumbencia, ni de la de los celestes dioses; esto es violencia que tú les haces. Por ello, destructoras, vengativas, te acechan ya las divinas, mortíferas Erinis, para cogerte en tus propios crímenes. Y ve reflexionando, a ver si hablo por dinero, que, dentro no de mucho tiempo, se oirán en tu casa gemidos de hombres y de mujeres, y se agitarán de enemistad las ciudades todas los despojos de cuyos caudillos hayan llegado a ellas —impuro hedor— llevadas por perros o por fieras o por alguna alada ave que los hubiera devorado. Porque me has azuzado, he aquí los dardos que te mando, arquero, seguros contra tu corazón; no podrás, no, eludir el ardiente dolor que han de causarte.
Próximos cursos en Barcelona:
Taller de Teatro en Fort Pienc. (Viernes a las 20.00)
Teatro de Intervención Social en Pa’Tothom (Martes a las 19.00)
Escritura Creativa (Fuentetaja Literaria – miércoles y viernes)
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