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Medea, de Eurípides

Medea, en un carro tirado por dragones.

Medea, en un carro tirado por dragones.


Medea no es una mujer, sino una leona. Hacia el final de la obra, estas palabras espumean en la boca de Jasón, horrorizado ante la muerte de su amante y el padre de ésta. No es una mujer, sino un animal que se lleva consigo los cadáveres de sus propios hijos a los que ha llorado desde el momento en el que confesó su venganza al Coro. Pero aunque la protagonista sea Medea, al menos en el sentido clásico, la persona que interpela al Coro; el núcleo de la obra, o el protagonista, en un sentido moderno, es Jasón ya que es él quien sufre de la hybris. Medea recibe la noticia de su expulsión, de su engaño de manos de un mensajero. Después, vilipendiada por el padre de la amante de su marido, extranjera en tierra griega decide arrasar con la felicidad de los demás y llevarse a sus cachorros allí donde nadie pueda encontrarlos. Medea es una leona, pero Jasón y Creonte son hienas que se confabulan para alimentarse de la carroña que ellos mismos arrojan sobre Grecia.

O my country and my home,
I pray I never lack a city,
never face a hopeless life,
one filled with misery and pain.
Before that comes, let death,
my death, deliver me,
a fatal end to all my days.
For there’s no affliction worse
than losing one’s own land.

 

Estoy siguiendo esta traducción.

Alcestes, de Eurípides (y unas notas sobre traducción)

 

Alcestis, traída de los infiernos

Alcestis, traída de los infiernos

Existen dos acontecimientos en el proceso de lectura que desplazan nuestra atención del texto a su traductor. La primera, y más ignominiosa, ocurre cuando la traducción es perezosa,  que linda con la transcripción palabra por palabra del texto original a la lengua destino, sin una reflexión acerca del sentido de lo que se está diciendo. Estas traducciones se ven, sobre todo, en aquellas que provienen del inglés, por tratarse de la lengua extranjera más conocida y traducida en nuestro país. Expresión como «mirar arriba» (por look up), «mirar abajo» (por look down), «ponerse en los zapatos de uno» (to be in someone’s shoes) y otras tantas son sintomáticas de una traducción descuidada. No me es tan molesta la imprecisión de una traducción como que el traductor atraiga la atención sobre sí mismo. A fin de cuentas, que una traducción sea adecuada o no, es material de debate estético en el que nos faltarían los conocimientos de la lengua de origen para poder discutir de la traducción su propiedad o impropiedad.

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