Todo podría haber ido peor.
El lento cese del tiempo.
El cansado merodeco por las barriadas
llenas de azul y maleficios.
Podría haberse levantado un día
dentro de cuarenta años
y darme cuenta
de que se había derrumbado Babilonia.
Solo que hacía de aquello mil años
y ya no quedaba remedio.
En cambio: hubo estrellas,
Y hubo amor. De eso sí.
Hubo dioses
cogiéndonos de las manos.
Hasta ahí.
Al final siempre hay una guerra.
Y como toda guerra,
está hecha para perder.
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