Si hay un lugar que nos cambió la vida aquí en Londres fue sin duda la Calder Bookshop. La conocí justo cuando cambiaba de dueño: Sergio, Luis y Dan querían convertir lo que había sido la librería del editor de Beckett, John Calder, en un centro de investigación teatral y política, además de una librería auténtica.
En la Calder conocimos Teatro x La Identidad, leímos a Boal, trabajamos sobre la crisis de la deuda que reconcomió América Latina y que ahora devora a Europa. Supimos que Shakespeare era un escritor político, que estaba identificando el cambio de paradigma del feudalismo hacia la burguesía y que no hay manera de que entienda a Brecht en el Reino Unido.
Fue también el laboratorio donde aprendimos a pensar el teatro desde lo político y, más allá, que no hay teatro sin lo político. Llegamos a colegios, a doctorandos, a profesores, a otros escritores. Allí fraguamos Teatro por la Memoria. Hablamos de los que desaparecen y de los que permanecen. Leímos el teatro que teníamos que leer y resistimos a las embestidas que nos dieron los neones del Old Vic y el Young Vic.
Compartimos tantos cafés. Amores y desamores. Nacimientos, muertes.
En estos cinco años compartimos una vida y ahora nos la llevamos encima, para siempre. Y nos es tan leve.
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