Hécuba, de Eurípides

Hécuba

Los ojos reventados. Cada vez que esta imagen aparece en los clásicos me trae a la memoria la obra de Sarah Kane. Las víctimas de la guerra, enloquecidas, sacrificando bebés, violando mujeres, asesinando al mensajero. Hécuba no pierde nada por sí misma: la pierde Troya y a Troya la pierden los celos de Menelao, de Paris y la connivencia entre machos que les lleva a encubrir las mayores atrocidades.

Esclava en su propia tierra, el fantasma de Aquiles se aparece y exige el sacrificio de Políxena: la memoria del soldado muerto es una excusa para continuar la administración del horror. ¿Cómo se repara una muerte producida por la irracionalidad? De ninguna manera, solo causando más muerte. Lo anuncia MacBeth: una vez en el río de sangre, es tan tedioso cruzarlo como volver atrás.

All causes shall give way: I am in blood
Stepp’d in so far that, should I wade no more,
Returning were as tedious as go o’er.

Aquiles exige un sacrificio más. Pero la guerra ya había cometido otro: Polidoro, su otro hijo, ha sido asesinado por el amigo de la familia a quien fue confiado. No se puede vengar la muerte de una hija por medio de un fantasma, pero la venganza sí encuentra su frío camino entre los vivos. Poliméstor, así se llama el rey traidor, es convocado por Hécuba a su tienda y junto a las troyanas que tantos crímenes han presenciado y presenciarán, es cegado y dejado con vida. Al falso, al hipócrita, al que no quiere ver la verdad, no merece pupilas para contemplarla.

Mateo 18:9.

Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo y échalo de ti: mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno del fuego.

Estoy siguiendo esta traducción.

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