Autor: Raúl Quirós Molina

  • Cuando me paso de listo.

    Giacometti por igual niega la inercia de la materia y la inercia de su nada pura; el vacío es lo pleno, flujo desplegado; lo pleno en el vacío orientado. Lo real fulgura.

    Para ser honestos, esta afirmación no me diría absolutamente nada de no saber a priori quién habla y de quién se habla: Jean-Paul Sartre sobre Alberto Giacometti, escultor cuya obra expone el Pompidou de París y que he tenido la fortuna de visitar este fin de semana.

    No me diría nada porque, en primer lugar, la cita está inserta en el discurso sartreano al que, por norma, soy a un mismo tiempo ignaro e inmune – el vacío es lo pleno me resulta un oxímoron demasiado new age, demasiado tao-, y por tanto hay que saber bien a dónde apunta cuando habla de materia, nada o vacío. Por otro, no añade gran cosa a la ya de por sí difícil obra de Giacometti.

    Y en segundo lugar porque ya me había formado una opinión de la obra de Giacometti, y por consiguiente, un prejuicio del que no quiero abdicar tan prontamente. Las famosas figuras de Giacometti me impresionan porque están desprovistas de todo lo que las puede hacer humanas: ausencia de carne, rigidez extrema, falta de movimiento o impostura del mismo, expresiones borradas, es decir, un fantasma del cuerpo, una huella débil del hombre, espíritus o almas apenas recubiertos con una película de bronce o de barro. Y, sin embargo, se sabe, se siente que son figuras humana (recuerdan demasiado quizá a los modelos de fotografías de las hambrunas, ya sean del primer mundo, ya sean del tercero): puede que sean nada, pero son, existen.

    Tal como en el oxímoron taoísta de Sartre.

    (Ay).

  • Cine y sentimiento

    Estos últimos días he estado viendo películas que, por su formato o su duración, se alejan de lo que vendríamos a llamar cine al uso; entre ellas están Shoah de Claude Lanzmann o Dekalog, de Kieslowski.

    Conforme voy añadiendo nuevas películas a mi filmoteca mental, más me percato de la importancia que el sentimiento tiene en el cine y, en general, en cualquier obra de arte. Parece banal decirlo, pero en un arte donde la masacre nazi ha sido tratada desde tantos puntos de vista (sentimentaloides, verosímiles, falsos, humanos, descorazonadores) parece que el espacio para crear emociones se va angostando hasta arriesgarse a quedar reducido al cliché. Sucede en la novela. Uno ya no puede abrir un libro que trate de la Guerra Civil sin que le sobrevenga un hastío formidable y una curiosidad malévola por descubrir en qué capítulos el autor se regodea en los estereotipos más quemados; especialmente si el lector ya se ha metido entre pecho y espalda unas cuantas novelas de éstas.

    Al cine oscarizado de Benigni, Spielberg, Polanski et al. ya había contestado algunos años antes Claude Lanzmann y, a mi entender, cerrando el tema: nueve horas de entrevistas con los buenos, los malos, los que colaboraron y los que no. Sin tanques, sin imágenes de documental, sin banda sonora, sólo la cámara y los testigos. En la actualidad, el cine comercial e independiente va más del lado de los malos: Moloch de Sokurov, La caída de Hirschbiegel; en fin, ¿qué realizador español o extranjero será el primero en dar el paso y contar una historia desde el lado «humano» del nacional-catolicismo?

    Si los medios no dan el sentimiento, el sentimiento tendrá que llegar de otra manera. A través de un guión sensato, unos personajes reales; en fin, por medio de la honestidad. Y ahí podemos entrar en juego el resto de los mortales, los que no tenemos una productora dispuestos a pagarnos un viaje a Treblinka: tú, yo, él.

  • Ein Hungerkünstler


    Tendré que salirme del hambre, un día de estos.

    <<En los últimos decenios, el interés por los ayunadores ha disminuido muchísimo. Antes era un buen negocio organizar grandes exhibiciones de este género como espectáculo independiente, cosa que hoy, en cambio, es imposible del todo. Eran otros los tiempos. Entonces, toda la ciudad se ocupaba del ayunador; aumentaba su interés a cada día de ayuno; todos querían verlo siquiera una vez al día; en los últimos del ayuno no faltaba quien se estuviera días enteros sentado ante la pequeña jaula del ayunador; había, además, exhibiciones nocturnas, cuyo efecto era realzado por medio de antorchas; en los días buenos, se sacaba la jaula al aire libre, y era entonces cuando les mostraban el ayunador a los niños. Para los adultos aquello solía no ser más que una broma, en la que tomaban parte medio por moda; pero los niños, cogidos de las manos por prudencia, miraban asombrados y boquiabiertos a aquel hombre pálido, con camiseta oscura, de costillas salientes, que, desdeñando un asiento, permanecía tendido en la paja esparcida por el suelo, y saludaba, a veces, cortésmente o respondía con forzada sonrisa a las preguntas que se le dirigían o sacaba, quizá, un brazo por entre los hierros para hacer notar su delgadez, y volvía después a sumirse en su propio interior, sin preocuparse de nadie ni de nada, ni siquiera de la marcha del reloj, para él tan importante, única pieza de mobiliario que se veía en su jaula. Entonces se quedaba mirando al vacío, delante de sí, con ojos semicerrados, y sólo de cuando en cuando bebía en un diminuto vaso un sorbito de agua para humedecerse los labios.>>

    Un artista del hambre, Franz Kafka

     

  • Voyage au bout de la nuit

    Todo el poder nace de un sueño y de la punta de una flecha
    y entre página y página cabe toda la espesura del mundo:
    los caballos cruzan los ríos y los montes como si fueran capítulos de un libro
    y en medio del combate se abre camino un suave prado
    donde el otoño, más allá de los hombres caídos,
    más allá de los aceros mellados, empalidece delicadamente el pasto
    y ruboriza de amor las mejillas:
    todas las ramas del bosque se unen para albergar esta pasión,
    todos los arroyos espejan la luz para que llegue hasta el fondo:
    entre los árboles aún está el niño que expropia y se enamora y se desangra
    y una lluvia de flechas asegura la victoria, implacable como el tiempo,
    más terca que la bota que ahora patea el estante.

    Alberto Szpunberg

  • Los motivos

    Éric-Emmanuel Schmitt
    Dans la nuit du 4 février 1989, lors d’une expédition au Sahara, il est sujet à une expérience mystique : le sentiment de l’Absolu se révèle à lui. Une phrase occupe toutes ses pensées : « Tout est justifié ». Ce bouleversement lui fait franchir le cap pour passer à l’ écriture.

    Don DeLillo
    I did some short stories at that time, but very infrequently. I quit my job just to quit. I didn’t quit my job to write fiction. I just didn’t want to work anymore.

    Haruki Murakami
    According to an oft-repeated story, in the instant that Hilton hit a double, Murakami suddenly realized he could write a novel. He went home and began writing that night. Murakami worked on it for several months in very brief stretches after working days at the bar (resulting in a fragmented, jumpy text in short chapters).

    Raymond Carver
    His daughter, Christine La Rae, was born in December of 1957. When their second child, a boy named Vance Lindsay, was born the next year, Carver was 20. Carver supported his family by working as a janitor, sawmill laborer, delivery man, and library assistant.

Raúl Quirós Molina
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