Mientras leo la obra, tengo la impresión de que está hecha de retazos de otras piezas. Las discusiones entre Electra y Crisóstemis me recuerdan a los debates iniciales de Antígona e Ismene; el deseo y cuidado enajenado de los hombres de la familia se asemeja a la obsesión de la heroína por Polinices y Eteocles; ese desencanto por la condición de saberse mujer.
Electra, Antígona, Ismene, Denayira. Todas lamentan ser mujeres en un mundo donde prima la guerra y la testosterona, la astucia masculina, la infidelidad. La obra trata sobre el complot que elaboran Electra y Orestes para aniquilar a una madre infiel y asesina, Clitemnestra; nuevamente el topos de la mujer serpiente que arrebata la inocencia o la vida de los hombres. La muerte del infanticida, héroe de guerra y también infiel Agamnenón conmueve a todo el mundo a pesar de las barbaridades genocidas que llevó a cabo. Pero a diferencia de Antígona, Electra nunca muestra un asomo de piedad por su progenitora. Antígona lamenta la muerte de sus dos hermanos por igual, no menciona la guerra, ese baile cíclico que perpetran las civilizaciones. Sabe que la maldición que recae sobre su linaje y lo poco que puede hacer por eludirla; así que entona el canto pacifista que requiere que amigo y enemigo sean iguales y compartan sepulcro el día de su muerte.
Electra solo lamenta que sea ella la que deba llevar a cabo la ejecución de su madre. Luego de descubrir que Orestes contempla el mismo plan, la alegría es doble para la hija ya que cargará a su hermano con la muerte y se lavará las manos mientras se cumple su venganza.
Estoy siguiendo esta versión de las obras completas de Sófocles.
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